En esta última edición de la Copa Peñón, hemos podido comprobar que la juventud viene pisando fuerte. Como ya hablábamos en un artículo anterior de las chicas, cada vez están más preparadas y juegan mejor.
El caso que nos ocupa hora es todo un enigma. Rafa siempre ha sido un jugador que ha destacado por su templanza y buen juego y eso que solo tiene 14 años.
Desde hace unos meses veníamos observando que cada vez iba haciendo mejores resultados. Lo que yo no creía todavía posible era que se plantara en una Copa Peñón, desde barras blancas, primer día con lluvia, mucha lluvia y tercero con viento y desplegara el mejor juego de todos los participantes en las dos primeras jornadas.
Posiblemente haya sido la presión, pero lo cierto es que un inicio de vuelta el último día con más seis de campo en el hoyo seis, nos privó de ver una lucha titánica entre él y Eduardo Santos, que fue a la postre el campeón.
La cara de Rafa en el green del 18 era todo un poema. Lógicamente no comprendía cómo había podido desaprovechar una ventaja de ocho golpes, pero el deporte es así y el golf es aún más cruel.
Dicen que las malas experiencias son las que más curten y desde luego Rafa este año lo ha comprobado en carne propia.
Hablé con él cuando salía de ducharse y le dije que en ese momento no lo comprendería, pero qué la experiencia que había cogido en el campo le iba a servir de muchísimo.
Quédense con este nombre porque si no se se tuercen las cosas, en un futuro muy cercano podrá dar muchísimas alegrías al golf canario.
Ahora solo queda que crezca como jugador y como persona, a su ritmo y sin presión.
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