Hasta siempre John Samuel, que falleció el pasado sábado 30 de marzo después de luchar como un valiente tras ser operado del corazón y que saliera mal.
Fueron días tremendos, con la angustia de ver cómo al principio parecía que se iba recuperando a pasar a este desenlace final que nadie podía creer y que no hemos podido asimilar del todo aún.
He dudado al publicar este artículo pero, tras pedirle permiso a su esposa Alison, creo que alguien tan bueno como John se merecía este sencillo pero sentido recuerdo.
Querido por todo el mundo.
Para los que no lo hayan conocido, John Samuel era una de las mejores personas que he conocido nunca. Y esto no sólo lo digo yo. Desde que se conociera la noticia de su fallecimiento, los mensajes de condolencia y pésame no han parado de llegar de todos los rincones de Canarias.
Todo el mundo tenía palabras de cariño para John. Nadie se podía creer lo que había ocurrido y a todos, quien más o quien menos, se nos escapó una lágrima al saberlo.
Era muy querido en Tenerife y sobre todo en el Real Club de Golf de Tenerife, campo del que se hizo socio hace unos años y del que se sentía parte integrante.
Nada más llegar, todos los socios lo acogieron como si lo conocieran de toda la vida. Su amabilidad, don de gentes y simpatía le abrieron absolutamente todas las puertas y más de un corazón.
Todos los empleados del Real Club de Golf de Tenerife también tuvieron este sentimiento. Conocido era su saludo al llegar al Peñón como nos recuerda Eduardo, que trabaja en la recepción del club. Siempre le decía un “Good morning, Edward. ¿Todo bien?…”
Siempre cercano y amable con todos, ejercía de “guiri” como el que más, puesto que después de tantos años en España y de muchos intentos en vano de aprender español, a la tercera palabra que decía en la lengua de Cervantes, Shakespeare ganaba la batalla y todos terminábamos hablando en inglés con él.
Su sonrisa eterna.
Siempre estaba dispuesto a ayudar. Se ofrecía para lo que fuese y, lo mejor de todo, siempre con una sonrisa en la boca.
Su fina ironía y humor hacían que fuese imposible estar con él y no reírte. Contaba anécdotas buenísimas y no paraba de sacarle lo positivo a todo. Un golpe horroroso que daba se podía convertir en un comentario jocoso que arrancaba las risas de los que iban con él jugando.
Si pinchan aquí lo podrán ver en una pequeña entrevista que le hicimos para que nos contara qué llevaba en su bolsa de palos. Nos dejó impresionados con lo que nos contó de la moneda que usaba como marcador. Muy recomendable verlo.
Galés de nacimiento pero tinerfeño de adopción.
Nació en una localidad de Gales llamado Merthyr Tydfil de poco más de 50.000 habitantes y se sentía galés hasta la médula, pero tinerfeño de adopción como él mismo decía.
John fue un trabajador nato, haciéndolo en lugares muy peculiares a lo largo de su vida como Lagos en Nigeria, del que contaba infinidad de anécdotas a cual más graciosa.
En 2007 Canarias y Tenerife se cruzaron en su camino y decidió que aquí quería vivir. Huyó de los ambientes de “guiris” y se compró junto a Alison una casa con una pequeña finca en Pinolere, en el Valle de La Orotava en el norte de la isla.
Esa era su fortaleza. Allí se sentía seguro junto a su esposa Alison y era donde daba rienda suelta a su imaginación. En sus terrenos cultivaban algunos frutales que cuando había temporal de viento le hacían sufrir por los daños que les causaban.
Como decía sin rubor, en Tenerife estaba viviendo los mejores años y más felices de su vida.
El golf y la pintura sus dos grandes pasiones.
Hombre polifacético, a John muchos lo conocen por ser un excelente jugador de golf, pero el rugby también lo entusiasmó. Era handicap 9 aunque había llegado a rondar el 6. Su juego desde luego era para estar sobre 4-5, como así lo demostraba cuando hacía rondas de par de campo.
Como buen británico, a John le entusiasmaba Seve Ballesteros. Pensaba que Seve había sido uno de los mejores jugadores de la historia y que lo que hacía con un palo de golf en las manos muy pocos lo podían hacer.
Algunos además lo conocían por sus pinturas. John era un gran pintor y sus obras transmitían mucha potencia, en especial las que versaban sobre los campos de golf. Decía que su primera pasión era el golf y la segunda la pintura, que la llevó incluso a exponer sus obras en el Real Club de Golf de Tenerife, donde más de uno se quedó impresionado por sus cuadros.
Comenzó a estudiar pintura en la escuela, después en la Trinity University College de Gales y terminó en una universidad en Amsterdam, Holanda, de cuyo nombre, aunque me lo dijo, no puedo acordarme.
Le encantaba pintar los campos links británicos (los que están pegados al mar), y sobre todo en el amanecer o atardecer. Decía que la luz en esos momentos hacía que el ambiente fuera especial, casi mágico.
The Swilcan Bridge.
Un secreto que nos desveló fue su cuadro preferido y era el que pintó del icónico The Swilcan Bridge, el puente que cruza del hoyo 17 al 18 en Sant Andrews. Como él mismo me confesó un día, siempre que veía ese cuadro le recordaba su boda con su esposa Alison. Allí se sacó varias fotos ese día y como él mismo decía, “… ahora soy igual de feliz con ella pero con 4 hijos más”.
Excelente deportista y siempre intentando mejorar.
Un día mientras hablaba con John en la cafetería de Golf Las Américas después de jugar, me dijo que estaba en hcp 14 pero que veía que podía jugar mucho mejor.
Que le gustaría poder entrenar con jugadores mejores que él, pero que tenia un grupo en el club con los que jugaba habitualmente en el que era el hcp más bajo y que se sentía que no los podía dejar en la estacada.
Me dijo que le gustaría jugar algún día en el nuestro porque la mayoría éramos hcp entre 4 y 6 y eso creía que le iba a hacer mejorar.
Le dije que lo que podía hacer era seguir jugando con su grupo y que, cuando fueran más de 4 que se viniera con nosotros. Como jugábamos casi los mismos días sobre la marcha lo podía hacer.
Todo un caballero.
Dicho y hecho. Antes de jugar la primera vez con nosotros fue tan cortés que le pidió permiso a sus amigos para poder cambiar de grupo algún día, a lo que le contestaron que por descontado y que no tenía que pedirles permiso, que ellos también pensaban que necesitaba jugar con hcps más bajos que él para mejorar.
De una vez cada dos semanas pasó a cuatro veces al mes y terminó por jugar casi siempre con nosotros, unas 2 o 3 veces a la semana sin importarle que hiciera frío, que estuviera lloviendo o que hiciese sol. Era un apasionado del golf al que con tan solo pisar el campo le llenaba de felicidad.
En 2 meses ya estaba en hcp 12 y unos meses después ya rondaba el 8. No sé cuánto de psicológico tuvo el asunto, pero la verdad es que funcionó.
Nos ganó desde el primer día.
De ahí pasó a ser una de las personas más queridas de nuestro grupo si no el que más. Se hizo tan rápido al grupo que al poco tiempo ya parecía que lo conociéramos de toda la vida.
Además pasamos a jugar de pareja varios torneos de los que ganamos tres, los que nos unió aún más. En esos momentos se abría de par en par y contaba cosas de su vida, como si así le sirviera de terapia para relajarse.
Como dato curioso que explica un poco lo querido que era, decir que cuando hizo un hoyo en uno en el hoyo 7 del Real Club de Golf de Tenerife, estuvo recibiendo felicitaciones más de un mes después.
Siempre recordaré nuestras conversaciones cuando terminábamos de jugar y llegaba su “lunch”: sandwich mixto y una caña de cerveza, aunque estuviéramos a 5 grados de temperatura.
Algo no iba bien y él lo sabía.
Unos días después de terminar la Copa Peñón en diciembre del año pasado en el Real Club de Golf de Tenerife, John nos confesó que algo iba mal. Terminó el torneo pasando el corte pero no jugando bien.
Sentía que se cansaba mucho y le costaba horrores subir las cuestas. Llegó a tal punto que a finales de enero ya no podía caminar sin cansarse y sin ponerse a toser debido a que se le empezaban a encharcar los pulmones como así nos dijo más adelante.
Vimos cómo cada día que pasaba iba a peor y se reflejaba en su cara. Se cansaba cada vez más y la tos era casi constante, así que comenzó a hacerse pruebas para saber qué le pasaba.
Al quirófano sin alternativa.
Nos dejó fríos unas semanas después cuando nos dijo que tenia que pasar por quirófano porque tenían que ponerle 2 bypass y una válvula en el corazón. Fue como si nos dieran una bofetada con una mano de cemento.
Nos quedamos muy preocupados y fue él mismo el que le quitó hierro al asunto bromeando como era habitual. A partir de ese momento fueron 8 días de pesadilla porque nada salió como estaba previsto.
El jueves 15 me mandó un mensaje diciéndome que lo habían operado de urgencia la noche anterior. Cada vez se sentía peor y los médicos decidieron intervenirle. Le pusieron una válvula pero los doctores estaban seguros de que necesitaría otra intervención para ponerle otra más y dos Bypass. Complicaciones en el post operatorio lo llevaron a la Unidad de Cuidados Intensivos, y le tuvieron que inducir al coma.
Las noticias que me daba su mujer Alison eran unos días horribles y otras más esperanzadoras, pero el sábado 30, cuando pensábamos y creíamos que estaba con fuerzas para someterse a otra operación que arreglara los problemas de la anterior, se complicó todo y los médicos ya no pudieron hacer más por la vida de John.
Alison vacía de fuerzas.
Es curioso cómo funciona la mente porque no me puedo quitar a John de la cabeza pero ahora de quien me acuerdo y me preocupo es de Alison. Ha llegado al final de este proceso con las fuerzas muy justas y su cuerpo no está para hacer ningún acto público.
En julio en Gales se hará un acto privado con la familia y será lo único que se haga, algo que me parece de lo más lógico por cómo ha sucedido todo.
Este ha sido mi humilde y público reconocimiento a John, un ser especial al que estoy eternamente agradecido por haberlo conocido y tremendamente honrado de que en estos últimos 9 años me haya considerado su amigo.
Hasta siempre John Samuel. Nunca te olvidaremos.
Descanse en paz.
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